domingo, 8 de febrero de 2009

Andrés Bello y la Medicina

Andrés de Jesús María y José Bello López, se destacó durante su vida como humanista, poeta, legislador, filósofo, educador, crítico y filólogo.
Nació en Caracas, el 29 de noviembre de 1781, en una casa situada en el callejón de las Mercedes. Sus progenitores fueron Bartolomé de la Luz Bello y Ana Antonia López Delgado. Era nieto del afamado pintor Juan Pedro López.
Después de estudiar las primeras letras en la Academia de Ramón Vanlosten, su formación se forjó a la sombra del convento e iglesia de los padres Mercedarios, bajo la incomparable dirección del padre Cristóbal de Quesada[1], maestro de latinidad y castellano de la mencionada residencia donde frecuentaba su bien provista biblioteca, situada sobre la sacristía, en la segunda planta del edificio. El reducido entorno de su casa natal le franqueó el ingreso al mundo encantado de los libros, donde se guarda el secreto tesoro de las letras.
Allí recibió una sólida preparación humanista que le llevó a conocer la belleza del mundo clásico para el desarrollo de la inteligencia.
En las confidencias que Bello hiciera a su biógrafo Miguel Luis Amunátegui Aldunate[2], queda claramente reflejada la honda impresión de estima y cariño que dejó en su ánimo el referido maestro. Al respecto afirmaba:

…El padre Quesada se había adquirido la fama de ser uno de los más consumados latinos que se conocieran, y de seguro, el primero que hubiera a la fecha en Venezuela. Era, no un gramático adocenado de esos, como había mucho que sabían las reglas de Nebrija, y traducían chapuceramente a Cicerón y Virgilio, sino todo un letrado de gusto cultivado y exquisito, que comprendía la belleza de los clásicos, y las saboreaba. Grande admirador de esos autores selectos, se deleitaba leyéndolos, y experimentaba un entusiasmo fervoroso por producciones de cuyos primores era apreciador muy competente[3].

Luego, al describir el método y la calidad de la enseñanza que el Padre Quesada impartió a Bello, decía el mismo biógrafo:
El maestro y discípulo se entendieron a las mil maravillas. Fray Cristóbal notó pronto que no se tomaba un trabajo vano. Su alumno, dotado de una inteligencia sobresaliente, y de una aplicación incansable, escuchaba sus explicaciones con atención, y las entendía con rapidez.
La enseñanza fue muy atractiva, cuando vino el caso de traducir. El Padre Quesada se iba deteniendo en cada pasaje notable para hacer que Bello se fijase en las calidades del estilo, o en la naturaleza de los pensamientos. No limitándose a las simples reglas de la gramática, le enseñaba prácticamente, y sobre el modelo mismo, puede decirse, las de la composición, los vicios en que suelen incurrir los escritores, el modo como los han evitado los hombres de talento. No descuidaba nada, ni el lenguaje, que analizaba con facilidad, ni las ideas, que juzgaba con discernimiento. Hacía sus lecciones simultáneamente extensivas a la gramática y a la literatura, a la letra y al espíritu… Una educación de esta especie se hallaba perfectamente calculada para despertar y fomentar las dotes intelectuales de un niño; cultivaba su juicio, mas bien que su memoria, le acostumbraba a pensar; le obligaba a reflexionar, en vez de habituarse a retener lo que oía sin entenderlo, y a repetirlo como papagayo.
Me parece que la novedosa influencia de tal método sobre Don Andrés Bello no puede ponerse en duda. ¿Cómo negar que ese estudio concienzudo de los clásicos, efectuado tan anticipadamente, no haya contribuido sobremanera a formar la severidad de gusto que manifestó ese niño, cuando pasó a ser uno de los escritores mas castizos y sensatos de la América Española?
¿Cómo negar que esa enseñanza demostrada con raciocinios y ejemplos, en la cual no se suministraba al alumno una sola noción sin explicar su fundamento, haya entrado por mucho en la adquisición del criterio poderoso que salvó a Bello más tarde de dar cabida en su cabeza a conocimientos mal digeridos, a ideas paradojales, a absurdos cuyo único apoyo fuese la rutina?.
A la verdad, si Bello no hubiese tenido la inteligencia con que Dios le dotó, el Padre Quesada no se la habría reemplazado…Pero lo que yo sostengo es que las lecciones del Padre Quesada anticiparon con toda probabilidad el perfeccionamiento de las potencias intelectuales de Bello, les dieron la condición conveniente, y fortalecieron con la educación la obra de la naturaleza[4].

Años más tarde recordaba los inolvidables tiempos de su juventud y lugares caraqueños de su infancia.
¡Cuántos preciosos recuerdos me sugiere este templo y sus cercanías, teatro de mi infancia, de mis primeros estudios, de mis primeras y más caras afecciones!. Allí la casa donde nacimos y jugamos con su patio y corral, con sus granados y naranjos. Y ahora ¿qué es de todo esto?[5].
Al concluir sus estudios de primeras letras, en 1797, ingresa al centro de saber más importante de la provincia, la Real y Pontificia Universidad de Caracas[6], ubicada frente a la plaza Mayor, al lado del Palacio Arzobispal, en el sitio que antes ocupaba el seminario Santa Rosa y luego el convento de San Francisco. Actualmente funciona allí la Alcaldía de Caracas.
En esa casa de estudios recibe las lecciones de Filosofía del Presbítero José Antonio Montenegro, pero la personalidad que más le influyó fue la de Rafael Escalona, un profesor de espíritu liberal que basado en los progresos de la ciencia, reacciona contra la vetusta y atrasada enseñanza escolástica. Él inició a sus alumnos con las teorías y descubrimientos de Newton, Euler, Volta y Lavoisier.
Llama la atención que antes de concluir sus estudios en Arte, se encontrara inscrito en el primer año de medicina que dictaba el catedrático Felipe Tamariz. El curso debía iniciarse el 29 de septiembre de 1799. No sabemos por qué razón Bello ingresa en una de las Facultades Mayores (de profesionales), sin haber cumplido el requisito académico de terminar el Grado de Bachiller en Arte. Lo cierto es que aparece matriculado con los estudiantes Silvestre Canosa, José Joaquín Hernández, José Ángel Solano, José Fabián Sosa, Manuel Tirado y José Simón Zúñiga[7].
El 14 de junio de 1800, a los 19 años de edad, recibe de manos del Rector José Vicente Machillanda, el título de Bachiller en Artes (Filosofía), después de obtener en numerosas ocasiones, premios y distinciones en los certámenes escolares por su brillante aplicación y dedicación, dejándonos como lección que la inteligencia se mide con la fidelidad a las propias exigencias espirituales y el deseo de servir a nobles ideales.
Posteriormente, se inscribe en el curso de Derecho que quedará interrumpido por su precaria situación económica, lo que le obliga a buscar nuevas fuentes de sustento. Sin embargo, nunca dejó de estudiar, de investigar, de consumir largas horas en adquirir los conocimientos, que sin duda, llenaban su espíritu.
El éxito en sus estudios y su excepcional capacidad le granjean la fama local de un joven sabio y de valía, lo cual le conduce a su relación pedagógica con Simón Bolívar, el futuro Libertador.
Recomendado por sus protectores, Luis de Ustáriz y el Gobernador Manuel de Guevara Vasconcelos, el Rey lo nombra el 11 de octubre de 1807, Oficial Segundo de la Secretaría de la Gobernación y Capitanía General con honores de Comisario de Guerra de Ejército.
Al morir el alto mandatario, lo sustituye interinamente, Juan de Casas, quien lo juzga como un joven de acreditada inteligencia, integridad y patriotismo, y en virtud de estas cualidades, lo propone para que ejerza el cargo de Secretario Político de la Junta Central de la Vacuna[8]. Ella estaba compuesta por el Capitán General, el Arzobispo, el Intendente de Ejército y Real Hacienda, el Regente de la Real Audiencia, varios vocales y un grupo de profesores de Medicina y Cirugía. Tenía además, 2 secretarios, el Doctor José Domingo Díaz, en lo científico y Santiago Limardo, en lo político. El primer Director de la Vacunación fue el cirujano José Justo Aranda.
Desde sus inicios hasta 1810, se redactaron varios trabajos relativos a la viruela y la vacuna, entre los cuales mencionaremos:
.- Opinión sobre el proyecto de extinción de la viruela presentado por el protomédico Tamariz al Gobernador y Capitán General Vasconcelos, mayo 19 de 1802, por José Domingo Díaz. Reproducido en el catálogo de la Donación Villanueva de la Academia Nacional de la Historia, primer tomo, p. 209.
.- Memoria sobre los procedimientos válidos para la propagación de la vacuna. Compuesta por los doctores Santiago Limardo y don Ignacio Canibell. 12 de mayo de 1804.
.- Instrucción para conocer la vacuna y poder hacer la operación, por el doctor José Domingo Díaz y el Licenciado Vicente Salias. 29 de mayo de 1804 (Esta calcado en las Instrucciones enviadas de España y adaptadas a nuestro medio y a nuestro clima por estos autores).
.- Informe sobre el estado y progresos de la vacunación en el país, la serie de sus operaciones y los útiles descubrimientos de don Carlos del Pozo. Presentado ante la Junta Central de la Vacuna, el 19 de octubre de 1805.
.- Memoria especial para la Junta para informar a S.M. sobre los inconvenientes, obstáculos y tropiezos etc. Relativos a la vacunación. 6 de octubre de 1804.
.- Memoria sobre los medios preservativos dela infección valiosa en los sepulcros de los variolosos. En colaboración con el Licenciado Vicente Salias. 23 de febrero de 1805. Escrito a propósito de la Memoria del Dr. Dn. José Antonio Montenegro.
.- Informe a requerimiento de la Junta para ilustrar a S.M. sobre el establecimiento y progresos de la vacunación en el país, la serie de sus operaciones y los útiles descubrimientos de Don Carlos del Pozo. 19 de octubre de 1805.
.- Cálculo de las personas que habrían muerto de la viruela si no hubiesen recibido el beneficio de la vacuna. 14 de diciembre de 1805. Leído ante la Junta Central de la Vacuna con fecha 1º de febrero de 1806.
.- Informe sobre las actividades de la Junta de Vacuna desde octubre de 1805 hasta marzo de 1808, sobre el estado, decadencia o progresos de la conservación y propagación del fluido vacuno en la capital y la Provincia y sobre los fenómenos que en dicho espacio de tiempo se han observado nuevamente o confirmado lo ya observado. 21 de marzo de 1808.
.- Memoria sobre el modo de asegurar la legitimidad y perpetuidad del fluido vacuno en la capital y sus Provincias. Escrito por los Doctores don José Antonio Montenegro, Don Xavier de Ustáriz y el Lic. Vicente Salias. 12 de mayo de 1804.
.- Reflexiones sobre la propagación del fluido vacuno Memoria que por vía de apéndice produjo a la que se había leído en la Junta anterior (12 de mayo) sobre el modo de conservación del germen vacuno. Presentada en la Junta de la Vacuna el 19 de mayo de 1804.
.- Observaciones que he hecho sobre la vacuna, 24 de abril de 1804. (Se refiere a la comisión que le dio el propio Balmis de examinar los primeros 64 individuos que fueron vacunados el viernes santo de ese año).
.- José Domingo Díaz: Reflexiones sobre la falsa vacuna. 20 de febrero de 1808
.- Felipe Tamariz: Observaciones que he hecho en el Real Hospital de San Lázaro, de la ciudad de Santiago de León de Caracas, con los enfermos lazarinos que se vacunaron el día 7 de abril de 1804. Reproducido en la Historia Médica de Venezuela, por Rodríguez Rivero, páginas 76 y ss.
.- Memoria sobre el modo de extinguir el contagio de la viruela natural en la capital y demás lugares de la provincia, por el Protomédico Felipe Tamariz, José Ignacio Moreno y el Dr. José Joaquín Hernández. 19 de mayo de 1804.
.- Santiago Limardo y el Dr. Don José Antonio Montenegro: Memoria sobre los modos de conservar el fluido vacuno sin tener que atenerse a la operación ordinaria de brazo a brazo. 9 de junio de 1804.
.- José Antonio Montenegro (Vocal y Párroco de Candelaria): Memoria sobre el peligro representado por la apertura de los sepulcros que contenían cadáveres de virolentos. 1º de diciembre de 1804.
.- Licenciado Manuel Benard: Razón de las personas inoculadas por mí. Se refiere a la vacunación y no a la inoculación variólica. 26 de abril de 1804.
.- Diego Luis Pereyra (cirujano de Valencia): Copia del Diario que llevo de la operación vacuna que hago en esta ciudad con las observaciones que he notado sobre los efectos del fluido en el curso de la enfermedad. Valencia, 4 de mayo de 1804.
.-José Justo Aranda: La conservación del fluido vacuno. Mayo de 1804
.- José Ángel Álamo: Reflexiones sobre un caso de viruela. Febrero de 1808.
.- José Joaquín Hernández: Sobre los medios de precaver la falsa vacuna. 1808
.- Antonio Gómez: Sobre los medios de precaver la falsa vacuna. Marzo de 1808.
.- Francisco Javier Ustáriz: Memoria sobre la probabilidad de encontrar el cow-pox en la Provincia de Caracas. 5 de enero de 1805.
.- Memoria sobre la necesidad de abolir la práctica de las inhumaciones en los templos. 5 de enero de 1805.

El nombramiento de Bello como Secretario interino en lo político es de fecha 13 de noviembre de 1807. La primera acta que escribe y autentica con su firma es del 16 de noviembre, y la última es del 9 de abril de 1908[9].
En su actuación redacta dos valiosos documentos:
Las reglas que pueden servir a la creación, forma y primeras funciones de las Juntas Subalternas de Vacuna, el 12 de diciembre de 1807; y el Plan de aribitrios presentado a la Junta por el Secretario. Fue solicitada en la sesión del 20 de febrero de 1808[10].
Como cosa curiosa, creo de interés dar a conocer un incidente que ocurrió en la sesión de la Junta correspondiente al 15 de marzo de 1808, la cual nos permite conocer el carácter de Bello, siendo un joven de apenas 26 años.
En ella se dio cuenta de un decreto del gobernador Juan de Casas de la misma fecha, mediante el cual se comisiona al Dr. José Domingo Díaz, para que fuera a Europa con el fin de hacer un historia de la vacuna en la provincia, y por tal motivo, se ordena a la Junta se le den todos los antecedente, y con ello se informe al rey. Esa disposición se tomó en atención a las muchas y urgentes ocupaciones del actual Secretario de lo político (Bello), en clase de Oficial de la 2ª Secretaría de la Capitanía General.
Ante esta resolución Bello formuló una enérgica protesta, tal como consta en el acta de la referida sesión:
Yo el Secretario hice también presente a la Junta con relación a la cláusula del decreto de este día en que se comisionaba al Dr. Díaz para la formación de una relación, que sirviere de parte de S.M., comprensiva de todas las provincias de este cuerpo, resultados y fenómenos facultativos, a causa de mis ocupaciones, como oficial de la Secretaría de la Capitanía General, que jamás se había excusado con éste ni con algún otro motivo de aceptar las comisiones no sólo ordinarias y privativas de mi encargo, sino extraordinarias y ajenas de éste, que había tenido a bien conferirme la Junta, a cuya satisfacción la había desempeñado, que el exonerarme oficiosamente de una función de las más importantes que como a Secretario me correspondían, parecía desairarme, dando fundamento a juicios que no podían serme favorables; en cuya virtud suplicaba al Señor Capitán General y a los otros vocales tuviesen presente aquellas declaraciones para determinar; en inteligencia de que si el anterior Secretario D. Gabriel de Ponte había consentido en ello sin manifestar la menor oposición, yo no creía que la conducta de mi antecesor debía ser el modelo de la mía, y reclamaba de la Junta el pleno ejercicio de mi empleo. Enterado de todo el señor Capitán General se sirvió resolver con acuerdo de la Junta que formase yo el Secretario el parte de lo económico y gubernativo del ramo, refiriéndome a la nota que por lo tocante a lo facultativo debería presentar el Dr. Díaz, según yo mismo había propuesto; y habiendo manifestado a consecuencia que quedaba satisfecho con solo esta disposición, y que estaba pronto a ceder por ahora el uso de aquella función al Dr. Díaz, como un obsequio que le hacía la Junta en los últimos días de su asistencia a ella, lo aprobaron unánimemente los Señores Vocales.

A continuación me parece oportuno que nos detengamos un poco para explicar brevemente su recorrido y significado.
La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, conocida como expedición Balmis[11], en honor al médico honorario de Cámara de su Majestad, Francisco Xavier Balmis Berenguer[12], el traductor al castellano de la obra de J.L. Moreau (De la Sarthe), titulada Traité historique et pratique de la raccine[13], y uno de los galenos prácticos de mayor éxito en las técnicas de la vacunación.
Es considerada como la primera expedición sanitaria internacional de la historia. Tenía como finalidad extender en América el uso de la vacuna antivariólica. Para conservar el fluido se utilizaron unos niños a quienes vacunaban sucesivamente durante la navegación. Este procedimiento se hizo realizando la técnica de propagación brazo a brazo.

Ella sale el 30 de noviembre de 1803, del puerto de La Coruña con destino a las Islas Canarias. Constaba de los miembros siguientes:
Director: Francisco Xavier Balmis y Berenguer
Subdirector: José Salvany y Lleopart
Ayudantes: Manuel Julián Grajales, Antonio Gutiérrez Robredo
Practicantes: Francisco Pastor y Balmis, Rafael Lozano Pérez
Enfermeros: Basilio Bolaños, Antonio Pastor, Pedro Ortega
Rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña: Isabel Sendales y Gómez
Niños de la Casa de Expósitos de Santiago[14]: Vicente Ferrer (7 años) Pascual Aniceto (3 años)
Martín (3 años)
Juan Francisco (9 años)
Tomás Metitón (3 años)
Juan Antonio (5 años)
José Jorge Nicolás de los Dolores (3 años)
Antonio Veredia (7 años)
Francisco Antonio (9 años)
Clemente (6 años)
Manuel María (3 años)
José Manuel María (6 años)
Domingo Naya (6 años)
Andrés Naya (8 años)
José (3 años)
Vicente María Sale y Bellido (3 años)
Cándido (7 años)
Francisco Florencio (5 años)
Gerónimo María (7 años)
Jacinto (6 años)
Benito Vélez (hijo adoptado de Isabel Sendales y Gómez)

Los lugares visitados fueron Santa Cruz y La Laguna en Tenerife, Las Palmas, Gran Canarias y Lanzarote. Una vez repartido el fluido vacunal, el 6 de enero de 1804 salen de Tenerife con destino a Puerto Rico, a donde arriban el 12 de marzo de 1804. Como en ese lugar tienen enfrentamientos con el gobernador, decidieron continuar su derrotero hasta Puerto Cabello, en la Capitanía General de Venezuela, a donde llegan el día 20, y por tierra se trasladan a Caracas, el 28 del mismo mes. Su partida se efectuó el 8 de mayo. Cuando ingresan a la Capital, fueron magníficamente recibidos, en medio de gran ceremonia y pompa, por representantes de todos los cuerpos civiles, militares y una parte importante de la población[15]. Fue tanta la emoción que produjo, que el Ayuntamiento caraqueño, el 9 de mayo nombró a Balmis, Regidor honorario de la corporación[16].
Entre los asistente figura Andrés Bello, un joven de veintitrés años, quien impresionado por tan bello símbolo de progreso de la humanidad, manifestado a través de los descubrimientos científicos, escribirá una hermosa poesía didáctica dedicada A la Vacuna.
Es un poema de estilo neoclásico que muestra en orden cronológico, la historia de le enfermedad y los medios de prevenirla, escrito en acción de gracias las autoridades regias de España por realizar este acto en beneficio del pueblo: la propagación de la vacuna en sus dominios que se encontraban asolados por la enfermedad de la viruela[17]. Está dedicado al señor Don Manuel de Guevara Vasconcelos, presidente gobernador y capitán general de las provincias de Venezuela[18], a quien agradece el haber conseguido de Carlos IV la adquisición de dicho remedio para controlar la salud física del país. En el poema desfila la cultura del mundo grecolatino ante la realidad de la enfermedad que asola a la nación.
La vacuna contra la viruela la descubrió unos años antes (1796-198) el investigador inglés Edward Jenner[19].
Edward Jenner
Allí exalta y ayuda a entender la significación de los adelantos y progresos científicos que la política reformista de la Corona introduce en América. En ese texto. el poeta manifiesta su fe y entusiasmo por el progreso de la ciencia médica. Con esa declamación hiperbólica y endecasílaba, Bello se convierte en portavoz del agradecimiento de los habitantes de Venezuela a las autoridades imperiales por la expedición del médico de la Corte Francisco Xavier Balmis para implementar la aplicación de la vacuna contra la viruela, difundir positivamente ese descubrimiento científico y alabar la obra de la colonización española en América.
Esta oda recuerda la Oda a Sir Alexander Fleming de Manuel Pacheco, el escritor extremeño universal, que escribió El libro de las Odas[20], donde dejó constancia de los personajes que más admiró en vida. Uno de ellos, tal vez, debido a los sufrimientos hospitalarios vividos de joven por el poeta, fue el inventor de la penilicina, que tan homenajeado está en las ciudades del mundo

El texto de la poesía A la Vacuna es el siguiente:
Vasconcelos ilustre, en cuyas manos
el gran monarca del imperio ibero
las peligrosas riendas deposita
de una parte preciosa de sus pueblos;
tú que, de la corona asegurando 5
en tus vastas provincias los derechos,
nuestra paz estableces, nuestra dicha
sobre inmobles y sólidos cimientos;
iris afortunado que las negras
nubes que oscurecían nuestro cielo 10
con sabias providencias ahuyentaste,
el orden, la quietud restituyendo;
órgano respetable, que al remoto
habitador de este ignorado suelo
con largueza benéfica trasmites 15
el influjo feliz del solio regio;
digno representante del gran Carlos,
recibe en nombre suyo el justo incienso
de gratitud, que a su persona augusta,
tributa la ternura de los pueblos; 20
y pueda por tu medio levantarse
nuestra unánime voz al trono excelso,
donde, cual numen bienhechor, derrama
toda especie de bien sobre su imperio;
sí, Venezuela exenta del horrible 25
azote destructor, que, en otro tiempo
sus hijos devoraba, es quien te envía
por mi tímido labio sus acentos.

¿Venezuela? Me engaño. Cuantos moran
desde la costa donde el mar soberbio 30
de Magallanes brama enfurecido,
hasta el lejano polo contrapuesto;
y desde aquellas islas venturosas
que ven precipitarse al rubio Febo
sobre las ondas, hasta las opuestas 35
Filipinas, que ven su nacimiento,
de ternura igualmente poseídos,
sé que unirán gustosos a los ecos
de mi musa los suyos, pregonando
beneficencia tanta al universo. 40
Tal siempre ha sido del monarca hispano
el cuidadoso paternal desvelo
desde que las riberas de ambas Indias
la española bandera conocieron.

Muchas regiones, bajo los auspicios 45
españoles produce el hondo seno
del mar; y en breve tiempo, las adornan
leyes, industrias, población, comercio.
El piloto que un tiempo las hercúleas
columnas vio con religioso miedo, 50
aprende nuevas rutas, y las artes
del antiguo traslada al mundo nuevo.
Este mar vasto, donde vela alguna
no vieron nunca flamear los vientos;
este mar, donde solas tantos siglos 55
las borrascas reinaron o el silencio,
vino a ser el canal que, trasladando
los dones de la tierra y los efectos
de la fértil industria, mil riquezas
derramó sobre entrambos hemisferios. 60

Un pueblo inteligente y numeroso
el lugar ocupó de los desiertos,
y los vergeles de Pomona y Flora
a las zarzas incultas sucedieron.
No más allí con sanguinarios ritos 65
el nombre se ultrajó del Ser Supremo,
ni las inanimadas producciones
del cincel, le usurparon nuestro incienso;
con el nombre español, por todas partes,
la luz se difundió del evangelio, 70
y fue con los pendones de Castilla
la cruz plantada en el indiano suelo.
Parecía completa la grande obra
de la real ternura; en lisonjero
descanso, las nacientes poblaciones 75
bendecían la mano de su dueño,
cuando aquel fiero azote, aquella horrible
plaga exterminadora que, del centro
de la abrasada Etiopía transmitida,
funestó los confines europeos, 80
a las nuevas colonias trajo el llanto
y la desolación; en breve tiempo,
todo se daña y vicia; un gas impuro
la región misma inficionó del viento;
respirar no se pudo impunemente; 85
y este diáfano fluido en que elementos
de salud y existencia hallaron siempre
el hombre, el bruto, el ave y el insecto,
en cuyo seno bienhechor extrae
la planta misma diario nutrimento, 90
corrompiose, y en vez de dones tales,
nos trasmitió mortífero veneno.
Viéronse de repente señalados
de hedionda lepra los humanos cuerpos,
y las ciudades todas y los campos 95
de deformes cadáveres cubiertos.
No; la muerte a sus víctimas infaustas
jamás grabó tan horroroso sello;
jamás tan degradados de su noble
belleza primitiva, descendieron 100
al oscuro recinto del sepulcro,
Humanidad, tus venerables restos,
la tierra las entrañas parecía
con repugnancia abrir para esconderlos.
De la marina costa a las ciudades, 105
de los poblados pasa a los desiertos
la mortandad; y con fatal presteza,
devora hogares, aniquila pueblos.

El palacio igualmente que la choza
se ve de luto fúnebre cubierto; 110
perece con la madre el tierno niño;
con el caduco anciano, los mancebos.
Las civiles funciones se interrumpen;
el ciudadano deja los infectos
muros; nada se ve, nada se escucha, 115
sino terror, tristeza, ayes, lamentos.
¡Qué de despojos lleva ante su carro
Tisífone! ¡Qué número estupendo
de víctimas arrastran a las hoyas
la desesperación y el desaliento! 120
¡Cuántos a manos mueren del más duro
desamparo! Los nudos más estrechos
se rompen ya: la esposa huye al esposo,
el hijo al padre y el esclavo al dueño.
¡Qué mucho si las leyes autorizan 125
tan dura división!... Tristes degredos,
hablad vosotros; sed a las edades
futuras asombroso monumento,
del mayor sacrificio que las leyes
por la pública dicha prescribieron; 130
vosotros, que, en desorden espantoso,
mezclados presentáis helados cuerpos,
y vivientes que luchan con la Parca,
en cuyo seno oscuro, digno asiento
hallaron la miseria y los gemidos; 135
mal segura prisión, donde el esfuerzo
humano, encarcelar quiso el contagio,
donde es delito el santo ministerio
de la piedad, y culpa el acercarse
a recoger los últimos alientos 140
de un labio moribundo, donde falta
al enfermo infelice hasta el consuelo
de esperar que a los huesos de sus padres,
se junten en el túmulo sus huesos.
Tú también contemplaste horrorizada 145
de aquella fiera plaga los efectos;
tú, mar devoradora, donde ejercen
la tempestad y los airados Euros
imperio tan atroz, donde amenaza,
aliado con los otros tu elemento 150
cada instante un naufragio; entonces diste
nuevo asunto al pavor del marinero;
entonces diste a la severa Parca
duplicados tributos. De su seno,
las apestadas naves vomitaron 155
asquerosos cadáveres cubiertos
de contagiosa podre. El desamparo
hizo allí más terrible, más acerbo
el mortal golpe; en vano solicita
evitar en la tierra tan funesto 160
azote el navegante; en vano pide
el saludable asilo de los puertos,
y reclamando va por todas partes
de la hospitalidad los santos fueros;
las asustadas costas le rechazan, 165
Pero corramos finalmente el velo
a tan tristes objetos, y su imagen
del polvo del olvido no saquemos,
sino para que, en cánticos perennes,
bendigan nuestros labios al Eterno, 170
que ya nos ve propicio, y, al gran Carlos,
de sus beneficencias instrumento.

Suprema Providencia, al fin llegaron
a tu morada los llorosos ecos
del hombre consternado, y levantaste 175
de su cerviz tu brazo justiciero;
admirable y pasmosa en tus recursos,
tú diste al hombre medicina, hiriendo
de contagiosa plaga los rebaños;
tú nos abriste manantiales nuevos 180
de salud en las llagas, y estampaste
en nuestra carne un milagroso sello
que las negras viruelas respetaron.
Jenner es quien encuentra bajo el techo
de los pastores tan precioso hallazgo. 185
Él publicó gozoso al universo
la feliz nueva, y Carlos distribuye
a la tierra la dádiva del cielo.

Carlos manda; y al punto una gloriosa
expedición difunde en sus inmensos 190
dominios el salubre beneficio
de aquel grande y feliz descubrimiento.
Él abre de su erario los tesoros;
y estimulado con el alto ejemplo
de la regia piedad, se vigoriza 195
de los cuerpos patrióticos el celo.
Él escoge ilustrados profesores
y un sabio director, que, al desempeño
de tan honroso cargo, contribuyen
con sus afanes, luces y talento. 200
¡Ilustre expedición! La más ilustre
de cuantas al asombro de los tiempos
guardó la humanidad reconocida;
y cuyos salutíferos efectos,
a la edad más remota propagados, 205
medirá con guarismos el ingenio,
cuando pueda del Ponto las arenas,
o las estrellas numerar del cielo.
Que de polvo se cubran para siempre
estos tristes anales, donde advierto 210
sobre humanas cenizas erigidos
de una bárbara gloria los trofeos.

Expedición famosa, tú desluces,
tú sepultas en lóbrego silencio
aquellas melancólicas hazañas, 215
que la ambición y el fausto sugirieron;
tú, mientras que guerreros batallones
en sangre van sus pasos imprimiendo,
y sobre estragos y rüina corren
a coronarse de un laurel funesto, 220
ahuyentas a la Parca de nosotros
a costa de fatigas y desvelos;
y en galardón recibes de tus penas
el llanto agradecido de los pueblos.
Con destrucción, cadáveres y luto, 225
marcan su infausta huella los guerreros;
y tú, bajo tus pies, por todas partes,
la alegría derramas y el consuelo.
A tu vista, los hórridos sepulcros
cierran sus negras fauces; y sintiendo 230
tus influjos, vivientes nuevos brota
con abundancia inagotable el suelo.
Tú, mientras la ambición cruza las aguas
para llevar su nombre a los extremos
de nuestro globo, sin pavor arrostras 235
la cólera del mar y de los vientos,
por llevar a los pueblos más lejanos
que el sol alumbra, los favores regios,
y la carga más rica nos conduces
que jamás nuestras costas recibieron. 240
La agricultura ya de nuevos brazos
los beneficios siente, y a los bellos
días del siglo de oro, nos traslada;
ya no teme esta tierra que el comercio
entre sus ricos dones le conduzca 245
el mayor de los males europeos;
y a los bajeles extranjeros, abre
con presuroso júbilo sus puertos.
Ya no temen, en cambio de sus frutos,
llevar los labradores hasta el centro 250
de sus chozas pacíficas la peste,
ni el aire ciudadano les da miedo.
Ya con seguridad la madre amante
la tierna prole aprieta contra el pecho,
sin temer que le roben las viruelas 255
de su solicitud el caro objeto.
Ya la hermosura goza el homenaje
que el amor le tributa, sin recelo
de que el contagio destructor, ajando
sus atractivos, le arrebate el cetro. 260
Reconocidos a tan altas muestras
de la regia bondad, nuestros acentos
de gratitud a los remotos días
de la posteridad trasmitiremos.
Entonces, cuando el viejo a quien agobia 265
el peso de la edad pinte a sus nietos
aquel terrible mal de las viruelas,
y en su frente arrugada, muestre impresos
con señal indeleble los estragos
de tan fiero contagio, dirán ellos: 270
«Las virüelas, cuyo solo nombre
con tanto horror pronuncias, ¿qué se han hecho?»
Y le responderá con las mejillas
inundadas en lágrimas de afecto:
«Carlos el Bienhechor, aquella plaga 275
desterró para siempre de sus pueblos».
¡Sí, Carlos Bienhechor! Este es el nombre
con que ha de conocerte el universo,
el que te da Caracas, y el que un día
sancionará la humanidad y el tiempo. 280
De nuestro labio, acéptale gustoso
con la expresión unánime que hacemos
a tu persona y a la augusta Luisa
de eterna fe, de amor y rendimiento.
Y tú que del ejército dispones 285
en admirables leyes el arreglo,
y el complicado cuerpo organizando
de la milicia, adquieres nombre eterno;
tú, por quien de la paz los beneficios
disfruta alegre el español imperio, 290
y a cuya frente vencedora, honroso
lauro los cuerpos lusitanos dieron;
tú, que, teniendo ya derechos tantos
a nuestro amor, al público respeto
y a la futura admiración, añades 295
a tu gloriosa fama timbres nuevos,
protegiendo, animando la perpetua
propagación de aquel descubrimiento,
grande y sabio Godoy, tú también tienes
un lugar distinguido en nuestro pecho. 300
Y a ti, Balmis, a ti que, abandonando
el clima patrio, vienes como genio
tutelar, de salud, sobre tus pasos,
una vital semilla difundiendo,
¿qué recompensa más preciosa y dulce 305
podemos darte? ¿Qué más digno premio
a tus nobles tareas que la tierna
aclamación de agradecidos pueblos
que a ti se precipitan? ¡Oh, cuál suena
en sus bocas tu nombre!... ¡Quiera el Cielo, 310
de cuyas gracias eres a los hombres
dispensador, cumplir tan justos ruegos;
tus años igualar a tantas vidas,
como a la Parca roban tus desvelos;
y sobre ti sus bienes derramando 315
Con largueza, colmar nuestros deseos!

En relación al mismo tema, con el tiempo escribe otro poema alegórico a la Expedición de Balmis, en territorio de la Capitanía, que titula Venezuela Consolada. Sus personajes son Venezuela, el tiempo y Neptuno. Su contenido es el siguiente:

PERSONAS. VENEZUELA. EL TIEMPO. NEPTUNO
El teatro representa un bosque de árboles del país

Escena I

Venezuela aparece en actitud de tristeza

VENEZUELA -Errante pasajero,
dime ¿en qué triste sitio
contemplaron tus ojos
un dolor semejante al dolor mío?
Tú, que en mejores días 5
viste el hermoso brillo
con que Naturaleza
ostentó su poder en mis dominios,
Hoy a los dolorosos
acentos con que explico 10
al universo todo
mis desventuras, une tus gemidos
Afortunados días
de gozo y regocijo, [17]
estación de abundancia, 15
alegre imagen del dorado siglo,
¡Qué pronto en noche oscura
os habéis convertido!
¡Qué tenebrosa sombra
sucede a vuestro lustre primitivo! 20


Escena II

Dicha, EL TIEMPO
EL TIEMPO -Desusados clamores
en el feliz recinto
de Venezuela escucho;
antes todo era cánticos festivos;
Mas ya no se percibe 25
el acorde sonido
de gratos instrumentos,
ni de danzas alegres el bullicio.
Por todas partes, oigo
sólo quejosos gritos 30
y lastimeros ayes;
pavor, tristeza, anuncia cuanto miro.
Deliciosas provincias,
frondoso y verde hospicio
de la rica Amaltea, 35
¿qué se hicieron, decidme, los corrillos
De zagalas, alcores
de pastores festivos,
que hacían a la tierra
envidiar vuestro júbilo continuo? 40
Pero sobre la alfombra
de este prado mullido,
a Venezuela misma,
si no me engaña la aprehensión, diviso,
Venezuela es sin duda... 45
y su rostro abatido,
sus inmóviles ojos
de profunda tristeza dan indicios.
Diosa de estos confines,
¿qué funestos motivos 50 [18]
a tan fatal extremo
de aflicción y dolor te han compelido?
¿No eres tú Venezuela?
¿Falta acaso a tus hijos
del español monarca 55
la amorosa tutela y patrocinio?
VENEZUELA -Si por ventura guardas
¡oh Tiempo! en tus archivos
la historia de infortunios
que puedan compararse con los míos; 60
Si tan lúgubre escena
vieron jamás los siglos,
condena entonces, Tiempo,
el extremo de angustia en que me miro.
Las atroces viruelas, 65
azote vengativo
de los cielos airados,
ejercen su furor sobre mis hijos.
La atmósfera preñada
de vapores malignos, 70
propaga a todas partes
con presteza terrible el exterminio.
En las casas y calles,
y sobre el sacro quicio
de los templos, se miran 75
cadáveres sin número esparcidos.
Del enfermo infelice,
huyen despavoridos
cuantos en su semblante
ven de la peste el negro distintivo. 80
¡Qué lúgubres objetos!
Aquél deja al recinto
de sus lares impuros
una familia, y busca en los pajizos
Campesinos albergues 85
un saludable asilo;
más allá, separado
del seno de la madre el tierno niño,
Y al degredo por manos
extrañas conducido, 90 [19]
el maternal socorro
implora en vano con agudos gritos.
Aquí expira el anciano
sin el pequeño alivio
de que cierre siquiera 95
sus fallecientes párpados el hijo.
Allí noto que arrojan
al hoyo confundidos
en espantosa mezcla
con cadáveres yertos cuerpos vivos. 100
Pues ¿cómo, cuando escenas
tan tristes examino,
te admiras de que acuda
llanto a los ojos y a la voz quejido?
EL TIEMPO -No, Venezuela, nunca 105
más fundado motivo
las lágrimas tuvieron,
que el que tienen las tuyas; desde el sitio
De brillantez y gloria
a que los beneficios 110
del trono te ensalzaron,
hoy te despeña al más profundo abismo
De horrores y miserias,
ese contagio impío
que tus hijos devora, 115
esas viruelas cuyo agudo filo
Por todas partes lleva
el luto, el exterminio,
y en soledades vastas
deja tus territorios convertidos. 120
Llora, pues, tu miseria,
llora tu lustre antiguo
y tus pasadas glorias,
de que estaba envidioso el cielo mismo.
Laméntate en buen hora; 125
a tu dolor crecido,
Venezuela, no puedo
yo mismo, siendo el Tiempo, dar alivio,
Y así... Pero ¿qué escucho?

(Se oye música alegre) [20]

VENEZUELA -¿Sueño, cielos? 130
EL TIEMPO -¿Delirio?
VENEZUELA -¿No siento alegres voces?
EL TIEMPO -¿Regocijados sones no percibo?
CORO -Recobra tu alegría, Venezuela,
pues en tu dicha el Cuarto Carlos vela.
UNA VOZ -¡A las próvidas leyes 135
del mejor de los reyes
debías la riqueza, la cultura,
la paz apetecida!
Hoy la salud, la vida,
dádivas son también de su ternura. 140
CORO -Recobra tu alegría, Venezuela,
pues en tu dicha el cuarto Carlos vela.
VENEZUELA -¿No sabremos decir de dónde vienen
tan gozosos acentos? [21]
EL TIEMPO -Apartando
los enramados árboles, camina 145
hacia nosotros, con ligero paso,
un incógnito numen. Su cabello
húmedas gotas vierte, y coronado
está de algas marinas; pero juzgo
reconocerle ya, pues en las manos 150
conduce el gran tridente.


Escena III


Dichos, NEPTUNO

NEPTUNO -Mi venida
es a daros consuelo. Cese el llanto.
La queja interrumpid. Yo soy el numen
a quien presta obediencia el mar salado;
Neptuno soy, que... 155
VENEZUELA (Con espanto) -Vete de mis ojos;
para siempre, retírate. El amargo
conflicto en que me miras, ¿de quién vino,
sino de ti? Mi doloroso estado
otra causa no tiene que tú solo;
al dulce abrigo del monarca hispano, 160
venturosa y pacífica vivía,
las plagas y los males ignorando
que al resto de la tierra desolaban.
Su nombre augusto en inmortales cantos
bendecir, celebrar sus beneficios, 165
era la ocupación, era el cuidado
que el cielo me imponía. Los favores
gozaba alegre de su regia mano,
cuando en infaustas naves me trajiste [22]
de las viruelas el atroz contagio. 170
¿Cómo pretendes, pues, que Venezuela
sin turbación te mire y sin espanto?
NEPTUNO -Tus lágrimas enjuga, Venezuela;
los cielos de tu pena se apiadaron;
ya no verás a tus dichosos hijos 175
con tan horrenda plaga señalados;
ya Carlos de tus pueblos la destierra
para siempre.
VENEZUELA -¡Qué dices! ¿Puede acaso
el humano poder?...
NEPTUNO -Escucha atenta
los beneficios de tu augusto Carlos. 180
y tú, Tiempo, conserva en tus archivos
para siempre el más grande y señalado
suceso que jamás vieron los siglos
desde que su carrera comenzaron.
En la fértil provincia de Glocester, 185
a la orilla del Támesis britano,
aparecieron de repente heridos
de contagiosa plaga los rebaños.
A los cuerpos pasó de los pastores
el nuevo mal; y cuando los humanos 190
el número juzgaban de las pestes
por la divina cólera aumentado,
notaron con asombro que venía
en aquel salutífero contagio
encubierto un feliz preservativo 195
que las negras viruelas respetaron.
Jenner tuvo la dicha de observarle;
y de su territorio en pocos años,
desterró felizmente las viruelas,
el contagio vacuno propagando. 200
¿Qué acogida imaginas que daría
la ternura benévola de Carlos
al gran descubrimiento que liberta [23]
a sus queridos pueblos del estrago
de las negras viruelas? Al momento 205
escoge profesores ilustrados
y un sabio director cuyas fatigas
llevan hasta los puertos más lejanos
de sus dominios el precioso flúido
que de viruela libra a los humanos. 210
Sí, Venezuela; alégrate; tus playas
reciben hoy el venturoso hallazgo
de Jenner, que te envía, como muestra
de su regia bondad, tu soberano.
Hallazgo que tus hijos te asegura, 215
que de vivientes llena los poblados,
que libra de temores la belleza;
y, dando a la cultura nuevos brazos
para que en tus confines amanezcan
días alegres, puros, sin nublados, 220
el gozo te dará con la abundancia,
y la felicidad con el descanso.
VENEZUELA -¡Oh gran Dios! ¿Conque al fin las tristes quejas
de Venezuela a tu mansión llegaron?
¿Conque nos miras ya compadecido? 225
Al Eterno cantad regocijados
himnos, ¡oh pueblos! que debéis la vida
y la salud a su potente brazo;
que resuene su nombre en las eternas
bóvedas; y después que el holocausto 230
de gratitud ante su trono excelso
hayáis humildemente tributado,
haced también sinceras expresiones
de reconocimiento al soberano.
Del más cumplido gozo dad señales, 235
y publicad en otro alegre canto
la gran ventura de que sois deudores
a su paterno, cuidadoso amparo.
EL TIEMPO -¿Y nosotros qué hacemos, que en tal día
todos nuestros esfuerzos no juntarnos 240 [24]
para solemnizar el beneficio
que recibe este pueblo de sus manos?
A ti, Neptuno, el cetro de los mares
los supremos destinos entregaron.
Pomona enriqueció de bellos frutos, 245
Venezuela, tu clima afortunado;
y yo, que soy el Tiempo, a mi capricho
rijo las estaciones y los años.
¿Por qué, nuestras funciones reuniendo,
suceso tan feliz no celebramos? 250
NEPTUNO -Tienes razón; aguarda. Roncos vientos
que subleváis con vuestro soplo airado
las bramadoras ondas, tempestades,
furiosos huracanes, sosegaos,
y en el imperio todo de las aguas, 255
la dulce calma reine y el descanso;
respetad este día venturoso;
y dondequiera que miréis las naos
de la dichosa expedición que trae
tantos bienes al suelo americano, 260
callad y respetadla. - Habitadoras
de los marinos, húmedos Palacios,
rubias Nereidas, que de frescas ovas
lleváis vuestro cabello coronado,
formad alegres danzas; y vosotras, 265
blancas Sirenas, que adormís cantando
al navegante, haciendo que le sea
grato el morir, dulcísimo el naufragio,
entonad himnos nuevos, y acompañen
los roncos caracoles vuestro canto, 270
los móviles Tritones difundiendo
alegres ecos por el vasto espacio.
CORO El reino de Anfitrite
DE NEREIDAS con júbilo repite
el nombre siempre amado 275
de Carlos Bienhechor. [25]
CORO -Y luego que le escucha
DE TRITONES se aplaca el Ponto undoso,
y el austro proceloso
refrena su furor. 280
EL TIEMPO -Yo de notables hechos la memoria
a las edades venideras guardo,
y fama doy gloriosa al buen monarca,
al gran guerrero y al ministro sabio;
mas a los beneficios distinguidos 285
que la suerte del hombre mejoraron,
doy un lugar brillante en mis anales,
y en inmortalizarlos me complazco.
Por mí suena en la tierra todavía
el nombre de los Titos y Trajanos, 290
y sonará mientras de blandas fibras
tenga el hombre su pecho organizado.
Yo daré, pues, a tu feliz memoria,
Carlos augusto, un eminente rango;
y al lado de las tuyas las acciones 295
de los Césares, Pirros y Alejandros,
quedarán para siempre oscurecidas...
Siglos futuros, a vosotros llamo:
salid del hondo seno en que os oculta
a la penetración de los humanos 300
el velo del destino; y a presencia
de Venezuela, pronunciad los cantos
con que haréis resonar en algún tiempo
el claro nombre del augusto Carlos.
Celebre con eterna 305
aclamación el hombre
el siempre claro nombre
de Carlos Bienhechor.
jamás el merecido
título que le damos 310
sepulte en el olvido
el tiempo destructor. [26]
VENEZUELA -Y yo que el testimonio más brillante
debo hacer de ternura al soberano,
¿qué mejor alabanza puedo darle, 315
qué monumento más precioso y grato
levantar a sus ojos, que su nombre
con indelebles letras estampado
en los amantes pechos de mis hijos?
Sí, yo te ofrezco, yo te juro, Carlos, 320
que guardarán los pueblos tu memoria,
mientras peces abrigue el mar salado,
cuadrúpedos la tierra, aves el aire,
y el firmamento luminosos astros.
Yo te ofrezco cubrir estos dominios 325
de celosos y dóciles vasallos,
que funden su ventura y su alegría
en prestar obediencia a tus mandatos.
Te ofrezco derramar sobre estos pueblos,
que tus leyes respetan prosternados, 330
fecundidad, riqueza y lozanía,
dorados frutos, nutritivos granos.
Yo te juro también que con perenne
aclamación repetirán sus labios:
«¡Viva el digno monarca que nos libra 335
de las viruelas! ¡Viva el cuarto Carlos!
Hombre, mujer, infante,
todo mortal que pise
estos confines, cante
a Carlos Bienhechor. 340
Publique Venezuela
que quien de nuestro clima
lanzó la atroz viruela,
fue su paterno amor. (Se repite.)

Luego en Londres, cuando entra en contacto don Francisco de Miranda, tiene la oportunidad de ampliar su mundo interior, en su rica y exquisita biblioteca. Con él aprende griego y ciencias en general.
En carta que dirige a Pedro Gual, el 6 de enero de 1825[21], comenta la situación en que ha quedado ante la remoción de Irisarri de la legación chilena. Solicita ayuda oficial para trasladarse a Colombia y manifiesta un encendido deseo por el regreso al seno de la patria. En ella hay un párrafo muy significativo que elude a su formación científica.
He cultivado, como usted sabe, desde mi niñez las humanidades; puedo decir que poseo las matemáticas puras; y aunque por falta de medios he carecido del uso de instrumentos, he estudiado todo lo necesario para la descripción de planos y mapas. Tengo además conocimientos generales de otros ramos científicos.
Luego dice:
Usted no ignora mis antiguos hábitos de estudio y laboriosidad, y los que me han conocido en Europa, saben que los conservo, y que se han vuelto en mí naturaleza[22].

Una explicación de la influencia de los estudios en su vida la encontramos en el Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile, el 17 de septiembre de 1843[23]. Allí expone:
La ciencia y la literatura llevan en sí la recompensa de los trabajos y vigilias que se les consagran. No hablo de la gloria que ilustra las grandes conquistas científicas, no hablo de la aureola de inmortalidad que corona las obras del genio. A pocos es permitido esperarlas. Hablo de los placeres más o menos elevados, más o menos intensos, que son comunes a todos los rangos de la república de las letras. Para el entendimiento, como para las otras facultades humanas, la actividad es en sí misma un placer[24].
Más abajo agrega:
Cada senda que abren las ciencias al entendimiento cultivado, le muestra perspectivas encantadas; cada nueva faz que se le descubre en el tipo ideal de la belleza, hace estremecer deliciosamente el corazón humano, criado para admirarla y sentirla. El entendimiento cultivado oye en el retiro de la meditación, las mil voces del coro de la naturaleza: mil visiones peregrinas revuelan en torno a la lámpara solitaria que alumbra sus vigilias . Para el sólo se desenvuelve en una escala inmensa el orden de la naturaleza; para él sólo se atavía la creación de toda su magnificencia, de todas sus galas. Pero las letras y las ciencias, al mismo tiempo que dan un ejercicio delicioso al entendimiento y la imaginación, elevan el carácter moral. Ellas debilitan el poderío de las seducciones sensuales; ellas desarman de la mayor parte de sus terrores a las vicisitudes de la fortuna. Ellas son (después de la humilde y contenta resignación, del alma religiosa) el mejor preparativo para la hora de la desgracia. Ellas llevan el consuelo al lecho del enfermo, al asilo del proscrito, al calabozo, al cadalso. Sócrates, en vísperas de beber la cicuta, ilumina su cárcel con las más sublimes especulaciones que nos ha dado la antigüedad gentílica sobre el porvenir de los destinos humanos[25].

Por esta significativa cita podemos darnos cuenta de su profunda inclinación a la universalidad del conocimiento, que advertimos en su infatigable afán de saber, en su capacidad de trabajo y el tesón y minuciosidad con que aspiraba a conocer el ser de las cosas.
Las personas que tuvieron la oportunidad de conocerlos han señalado que carecía de una dicción fluida modesta, que era amable, pero frío; sencillo, pero grave. De carácter vacilante y retraído por su timidez. Además era miope, lo que le impedía saludar de forma adecuada y eso le creaba resentimientos inmotivados.
Desde un punto de vista personal, José Victorino Lastraría cuenta que nunca reía, aunque sin embargo, una vez lo consiguió sacudido por carcajadas, casi al borde de las lágrimas. Esto sucedió en su casa de Santiago, cuando el maestro Simón Rodríguez, le narró una de sus excentricidades: Un día le ofreció un banquete al Mariscal Antonio José de Sucre, y como en su humilde hogar no tenía una vajilla en condiciones, utilizó un conjunto de bacinillas nuevas que había encontrado en una tienda y allí le sirvió la comida[26].
Cuando Bolívar se entera que el gobierno de Chile ha contratado a Bello, desde Quito, el 27 de abril de 1829, le escribe a José Fernández Madrid, representante en Londres de Colombia y Venezuela para que lo persuada y continúe al servicio de la Gran Colombia. En ella dice:
Ruego a usted encarecidamente que no deje perder a este ilustre amigo en el país de la anarquía. Persuada usted a Bello que lo menos malo que tiene la América es Colombia; y que si quiere ser empleado en este país que lo diga, y se le dará un buen destino. Su Patria debe ser preferida a todo, y él digno de ocupar un puesto muy importante en ella. Yo conozco la superioridad de este caraqueño contemporáneo mío. Fue mi maestro, cuando teníamos la misma edad, y yo le amaba con respeto. Su esquivez nos ha tenido separado en cierto modo; y por lo mismo, deseo reconciliarme, es decir, ganarlo para Colombia[27].

Andrés Bello fue un hombre de una curiosidad universal que escribió casi de todo. Era fundamentalmente un maestro cuyo deseo era trasmitir en sus conocimientos la verdad y la belleza conocidos, y estimular a sus semejantes al estudio y al conocimiento del mundo que le rodea para buscar los ignorados. Su inclinación por las ciencias se despertó probablemente cuando realizaba sus estudios de física con el maestro Escalona, en el trienio de Filosofía.
Cuando dirigía la sección bibliográfica del Repertorio Americano[28], es expresiva la variedad temática de las obras que juzgaba conveniente dar información y la atención que dedicó a la divulgación científica.
Su dominio de las ciencias naturales lo llevó a escribir en 1848 la Cosmografía o descripción del Universo conforme a los últimos descubrimientos[29] donde es posible admirar su fina capacidad de síntesis y su sentido pedagógico.

Su interés por dar a conocer los conocimientos médicos hizo que se divulgara en la Biblioteca Americana o Miscelánea de Literatura, Artes y Ciencias [30], los siguientes trabajos relativos a la ciencia médica:
.- Teoría de las proporciones definidas, y tablas de los equivalentes químicos. Firma A.B. En: T. 1. p. 152-160. Aunque no indica la fuente, debe ser un extracto de alguna publicación científica. La tabla alfabética de los números equivalentes (p. 154-160), es tomada de una publicación de octubre de 1822 para uso de los alumnos de química de la Institución Real de Londres.

.- Vacuna. En: T. 1. p. 170-176. Tomado de la revista de Edimburgo, Nº LXXIV, noviembre de 1822, basado en la obra de Juan Thomson: An account of the varioloid epidemic which has lately prevailed en Edinburgh and other parts of Scotland, Edinburgh, 1820, (Noticia sobre la epidemia varioliode de Edimburgo y otras partes de Escocia) y Historical Sketh of the opinions entertained by medical men respecting the varieties and the secondary occurrence of small –pox. (Bosquejo histórico de las opiniones de los facultativos con respecto a las variedades y segunda ocurrencia de las viruelas). Edinburg. 1822. Aunque no está firmado se relaciona con el intitulado Sobre la diferencia genérica entre las varicelas y las viruelas, del cual forma una sola unidad.

.- Sobre la diferencia genérica entre las varicelas y las viruelas. Firma A.B. T. 1. p. 176-181. Tomado de la revista de Edimburgo, Nº LXXIV, noviembre de 1822,

Igualmente, publicó:
.- Elementos de Física y Filosofía natural, general y aplicada a la medicina, tratada sin cálculos y fórmulas matemáticas. Por N. Arnott, doctor en medicina y del Real Colegio de Médicos. Londres. 1827. 4º. Este comentario fue publicado en El Repertorio Americano, IV, Londres. Agosto de 1827, p. 296-298. Lo reprodujo Miguel Luis Amunátegui Aldunate en la Introducción a las Obras Completas. T. VII, p. VIII-VX.
Véase: Bello, Andrés (1781-1865): Cosmografía y otros escritos de divulgación científica / Andrés Bello; prólogo y notas a la Cosmografía por F. J. Duarte.- Caracas: Ministerio de Educación, 1957. 572 p.:il.; facsíms.; 23 cm. (Obras completas de Andrés Bello; 20). Duarte, Francisco José (1883-1972); Grases, Pedro (1909-2004).
Bello, Andrés (1781-1865): Cosmografía y otros escritos de divulgación científica. 2ª edición facsimilar / Andrés Bello; prólogo y notas a la Cosmografía por F. J. Duarte.- Caracas: La Casa de Bello. 1981. 572 p.:il.; facsíms.; 23 cm. (Obras completas de Andrés Bello; 24). Duarte, Francisco José (1883-1972); Grases, Pedro (1909-2004). p. 527-530.

.- Descubrimiento de un nuevo remedio contra la papera. Comunicado a la Sociedad Helvética de Ciencias Naturales.
Este artículo fue publicado en El Repertorio Americano, II. Londres, enero de 1827, p. 107-114. Firmado con las iniciales A.B. Se incluyó en las Obras Completas. T. XIV. p. 289-295. Ibíd. p. 565-573. Refiere el tratamiento del Bocio con yodo hecho por el Dr. Coindet, en 1820.

.- Origen de la Sífilis
Miguel Luis Amunátegui Aldunate en la Introducción a la Obras Completas, t. VI, p. XXXVII-XXXVIII, rehizo basado en unas notas inéditas Un punto de la historia de la medicina que llamó particularmente la atención a Bello, y sobre el cual ejecutó muchas investigaciones cuando vivía en Inglaterra, aunque, por desgracia, no tuvo tiempo de coordinarlas, y mucho menos darlas a la luz. p. 575-615.

.- El Cólera
Bello publicó esta nota sin título, como editorial de El Araucano, Santiago. Nº 81, 21 de marzo de 1832. Lo reprodujo Miguel Luis Amunátegui Reyes en la Introducción a la Obras Completas, t. XIV, p.l-li. Ibíd. p. 617-620.

Una vez relacionada su variada y extensa obra con su biografía, veremos ahora, como vivió al final de su vida, según expresa en una carta que envía desde Londres, el 21de diciembre de 1826 a Simón Bolívar, describiendo su precaria situación. En tono humilde le solicita:
Mi destino presente no me proporciona, sino lo muy preciso para mi subsistencia y la de mi familia, que es algo ya crecida. Carezco de los medios necesarios, aun para dar una educación decente a mis hijos; mi constitución, por otra parte, se debilita; me lleno de arrugas y canas; y veo delante de mí, no digo la pobreza, que ni a mí, ni a mi familia espantaría, pues ya estamos hechos a tolerarla, sino la mendicidad[31].

En cuanto a su salud encontramos que Bello siempre sufrió de dolores de cabeza. En los últimos años de su existencia fue un inválido, tenía paraplegia. Un médico que lo atendió dijo que la vida le había ido abandonando poco a poco las extremidades inferiores, concentrándose casi toda en la prodigiosa actividad de su cerebro.
Cuando su naturaleza vital se agotó, en Santiago de Chile, el 15 de octubre de 1865, la fiebre le fue consumiendo y en su delirio creía ver escritas en las paredes de la habitación y en las cortinas, versos de la Ilíada y la Eneida. A las siete horas y cuarenta y cinco minutos su vida inició su recorrido hacia el ancho mar de la eternidad.





[1] Se dice que nació en Cumaná. Fue el protagonista de la agitación que conoció aquel convento, para protestar las decisiones sobre la disciplina religiosa impuesta por el Superior de la orden, quien, siguiendo la política rectificadora de Carlos III, que basado en el Patronato Regio, ordenó por Decreto del 27 de julio de 1769, se llevase a cabo la renovación de todas las comunidades para volverlas a la estricta disciplina de las reglas. El único documento que de él se conserva, es un denso y largo memorial de protesta antireformista, escrito con una prosa ardorosa y vehemente que redactó al Rey a nombre de todos los religiosos del convento de Caracas. En: Archivo General de Indias, Sevilla. Sección Audiencia de Santo Domingo, legajo 1118. Testigo 4º, fols. 1-54; 162-163.
[2] Historiador y político chileno. Nació en Santiago, el 11 de enero de 1828. Falleció en la misma ciudad, el 22 de enero de 1888.
[3] Amunátegui, Miguel Luis (1828-1888).: Vida de Don Andrés Bello / por Miguel Luis Amunátegui.- Santiago de Chile: [s.n.], 1882:Pedro G. Ramírez. VI, 672 p.; 25 cm. Véase: p. 9.
[4] Ibíd. p. 10-11.
[5] Carta dirigida a su hermano Carlos Bello López. Santiago, 17 de febrero de 1846. Se transcribe incompleta, como se conserva. En: Obras Completas de Andrés Bello. Tomo XXVI. Epistolario. Tomo 2. Caracas: Cromotip. La Casa de Bello. 1984. p. 116-117. En: Grases, Pedro: Andrés Bello y Caracas.- Caracas: Concejo Municipal del Distrito Federal. 1965; Caracas en el epistolario de Bello.- Caracas: Editorial Arte. La Casa de Bello. 1979. p. 35.
[6] Sus orígenes datan desde el 22 de diciembre de 1721, cuando por Real Cédula del Rey Felipe V, se facultó al Seminario para otorgar grados en la Facultad de Teología, Cánones y Derecho; más tarde, en 1763, se inauguran los estudios médicos gracias a los esfuerzos de Lorenzo Campins y Ballester
[7] Véase: Archivo Universitario. Libro de Matrículas.
[8] Se instaló el 28 de abril de 1804 con un total de veintiún integrantes.
[9] Las Actas originales se encuentran en el Archivo de la Alcaldía de Caracas. Libro en que se asientan los acuerdos de la Junta Central de la Vacuna, que comprende las sesiones desde el 24 de abril de 1804 hasta el 13 de septiembre de 1810.
[10] Bello, Andrés, 1781-1865: Dos textos de Andrés Bello en la Junta Central de la Vacuna, Caracas, 1807-1808 / Palabras Preliminares de Pedro Grases.- Caracas: La Casa de Bello, 1979. 31 p. Este material fue incluido en sus Obras Completas. Caracas, 1957, volumen XX (Cosmografía y otros escritos de divulgación científica), p. 683-689 y 691-700.
Véase: Archila, Ricardo: La Junta Central de Vacuna.
En: Bello y Caracas. Primer Congreso del Bicentenario.- Caracas: La Casa de Bello, 1979. p. 197-263.
[11] La documentación se encuentra en el Archivo General de Indias, de Sevilla. Sección Indiferente General, legajo 1558 A. Véase: Herrera Hermosilla, Juan Carlos (1963-).: El sueño ilustrado: biografía de Francisco Javier de Balmis / Juan Carlos Herrera Hermosilla; prólogo de Ricardo Ferré Alemán. [Valdemorillo (Madrid)]: Paracelso, [2004]. 357 p.:il., mapas;25 cm. Incluye Cronología: p. 331-335. D.L.: PO 57-2004
[12] Nació en Alicante, el 2 de diciembre de 1753. Falleció el 12 de febrero de 1819 a los 66 años de edad. Sus investigaciones botánicas se encuentran en el Archivo General de la Armada, Don Álvaro de Bazán, Viso del Marqués. Sección Cuerpo de Sanidad. Legajo 2898-15. Expediente Francisco Xavier Balmis.
[13] .- Paris: Chez Bernard libraire, An IX [1801]:Imprimerie de Stoupe. p.;8º mlla.;
.- Moreau, J. L.: Prólogo y traducción castellana del Tratado histórico y práctico de la vacuna, de J.L. Moreau (1803) / Francisco Javier Balmis; estudio introductorio por Emili Balaguer i Perigüell. [1ª ed.].- Valencia: Edicions Alfons el Magnànim, 1987. XXXIV, XL, 368 p., [1] h. pleg. de lám. col.: il.;21 cm. (Ciencia; 3). Repr. facs. de la ed.: Madrid: Imprenta Real, 1803. D.L.: V 797-1987
.- Moreau, J. L.: Tratado histórico y práctico de la vacuna. Ed. facs.- [Madrid]: Ministerio de Defensa, Centro de Publicaciones, 2004. XL, 368 p., [1] h. pleg. de lám.;19 cm. Traducción al español de: Traité historique et pratique de la vaccine. D.L.: M 40121-2004
[14] Pascual Portillo, «Lista de los niños que por Real Orden de S.M. vinieron a España con la Expedición de la Vacuna». Archivo General de la Nación, México. Cfr. SMITH, M: La «Expedición marítima de la vacuna» in New Spain and Guatemala. Transactions of the American Philosophical Society. [New Series, vol. 64, part 1]. Philadelphia, 1974, p. 20.
[15] Véase: Archila, Ricardo.: La expedición de Balmis en Venezuela.- Caracas: [s.n.], 1969:Tip. Vargas. 34 p., 1 h.;25 cm; Domínguez, R.: La Vacuna en Venezuela. En Gceta Médica de Caracas, 1929, 36 (2), p. 19-25; Costa-Casaretto, Claudio.: Andrés Bello y la Expedición Filantrópica de la Vacuna. En: Rev. Med. Chil. 1991, 119, p. 957-962; López Piñero, José María (1933-).: Segundo centenario de la Real expedición filantrópica de la vacuna de la viruela, 1803-2003: de Francisco Javier Balmis Berenguer al terrorismo biológico / José María López Piñero, Francisco Jesús Bueno Cañigral.- [Valencia]: Consell Valencià de Cultura, 2003. 132 p.:il. col. y n.;20 cm. (Sèrie minor; 58). Dl.: M 22995-2003
[16] Archivo del Ilustre Concejo Municipal del Distrito Federal. Tomo: Expedición de la vacuna.
[17] La primera prueba tangible de su existencia viene de las momias egipcias pertenecientes a la XVIII dinastía (1580-1350 A.C.) y la del Faraón Ramsés V (1157 A.C.).
[18] Arístides Rojas inserta sólo algunos fragmentos (Rojas Hermanos, 1881) de una copia facilitada por Carlos Bello, hermano del poeta. Expresa duda sobre la exactitud del texto, por «las repetidas copias que se han sacado desde 1804 a hoy», razón por la cual no publica íntegramente el poema. Además, entendía don Arístides, que «después de conocer la célebre Oda de Quintana, Propagación a la vacuna, toda obra sobre tema semejante aparece pálida».
En 1880 se localizó nuevamente el poema entre los papeles de Antonio Leocadio Guzmán, poseedor del archivo de Juan Vicente González.
Se publicó completo en la colección de poesías preparada por Miguel Antonio Caro (Madrid, 1882). Figura también en O. C. III, p. 3-11.
En Caracas había tenido anteriormente curiosa publicación en 1860, recordado el poema de memoria por el Dr. Mariano de Talavera y Garcés.
La expedición de la vacuna, que canta Bello, llegó a Caracas en los primeros días del mes de abril de 1804, por lo que debe tomarse esta fecha como la de composición aproximada del poema. (Comisión Editora. Caracas).
[19] Nació en Berkeley, condado de Gloucester, Inglaterra, el 17 de mayo de 1749. Fue discípulo de John Hunter. En 1778 contrajo matrimonio con Catalina Kingscoke. Falleció en la misma localidad, víctima de una hemorragia cerebral, el 26 de enero de 1823, a la edad de 73 años. Sus restos se depositaron en el santuario de la iglesia de Berkeley. El 14 de mayo de 1796, tres días antes de cumplir 47 años, Jenner inició un experimento que será por siempre una fecha memorable en la historia de las ciencias en general y del efecto preventivo de la vacuna en particular. Basado en la evidencia empírica de que un sujeto que hubiera superado la enfermedad no la volvía a contraer, ese día, el inglés Edward Jenner extrajo pus de una pústula vacuna (viruela de vacas) de la mano de Sarah Nelmes, una trabajadora que había contraído viruela vacuna durante un ordeño de su vaca lechera Blossom, y los inoculó a James Phipps. El niño desarrolló un leve quebranto entre el 7º y el 9º día. Se formó una vesícula en los puntos de inoculación, que desapareció sin la menor complicación. El primero de julio siguiente inoculó de nuevo al pequeño, esa vez con pus procedente de una persona enferma de viruela. Este quedó indemne, con lo cual se demostró la acción profiláctica de la inoculación contra la viruela humana. En 1798 publicó sus resultados en una monografía hoy famosa titulada: "Investigación de las causas y efectos de la vacuna antivariólica". Sobre él véase: Jenner, Edward (1749-1823):Recherche sur les causes et les effets de la variolae vaccionae.../ traduit de l'englais, par M.L.C. de L.-Lyon: Chez Reymann et Ce., libraires, 1800 p.;8º mlla. Y Le Fanu, William.: A bibliography of Edward Jenner / by William LeFanu. 2nd ed Winchester, Hampshire, England: St. Paul's Bibliographies, 1985. xv, 160 p.:ill.;23 cm. (St. Paul's bibliographies; 2). Rev. ed. of: A bio-bibliography of Edward Jenner. 1951

[20] Pacheco, Manuel (1920-1998).: El libro de las odas: 1975-1993 / Manuel Pacheco.- Badajoz: Departamento de Publicaciones de la Diputación Provincial, D.L. 1995. 83 p.;21 cm (Colección Alcazaba; n. 28). D.L.: BA 149-1995
[21] En el original que se conserva en la Lilly Library en Indiana, se lee con toda claridad la fecha de 1824, no obstante debe suponerse fechada en 1825-un error muy común, explicable a comienzos de año-.
[22] En: Obras Completas de Andrés Bello. Tomo XXVI. Epistolario. Tomo 1. Caracas: Cromotip. La Casa de Bello. 1984. p. 142-144.
[23] En: Ibíd. Tomo XXI. Temas Educacionales. Tomo 1. Caracas: Cromotip. La Casa de Bello. 1982. p. 3-21.
[24] Ibíd. p. 7-8.
[25] Ibídem.
[26] Lastarria, José Victorino, 1817-1888..: Recuerdos literarios: datos para la historia literaria de la América española i del progreso intelectual en Chile /J.V. Lastarria.- Santiago: Libr. de M. Servat, 1885. 2 v. en 1 t. (605 p.): il.; 23 cm. Véase: p. 48-49; Lastarria, José Victorino.: Obras completas de Don J[osé] V[ictoriano] L[astarria]. Ed. Oficial. Santiago de Chile: [s.n.], 1906-1909: Imp. Barcelona. 8 v.; 4º mlla. (24 cm). Encabezamiento tomado en el retrato que en el mismo consta al principio del ejemplar. Contenido completo: I. Estudios políticos i constitucionales. I. Derecho público constitucional II. Estudios políticos i constitucionales I. Lecciones de Política positiva.- II. Bases de la Reforma.- III. Bosquejo de una constitución política III. VI. Proyectos de lei i discursos parlamentarios.- Primera- Cuarta serie VII. Estudios históricos.- Primera serie. I. Investigaciones sobre la influencia social de la conquista i del sistema colonial de los españoles en Chile.- II. Historia constitucional del medio siglo VIII. Estudios históricos.- Segunda serie. La América
[27] En: Obras Completas de Andrés Bello. Tomo XXVI. Epistolario. Tomo 2. Caracas: Cromotip. La Casa de Bello. 1984. p. 9.
[28] .- El Repertorio americano. Miscelánea hispano-americana de ciencias, literatura i artes / Andrés Bello y otros.- Londres: Librería de Bossange, Barthés i Lowell, 1826-[1827]. Trimestral. Se inicia en octubre de 1826. 4 vols.; il. t. 1 (octubre de 1826, 320 p.); t.2 (enero de 1827, 320 p.; t. 3 (abril de 1827, 320 p.); t. 4 (abril de 1827, 314 p.). Su material cubrió tres secciones: I.- Humanidades y artes liberales; II.- Ciencias matemáticas y físicas, con sus aplicaciones; III.- Ciencias intelectuales y morales. Al final de cada tomo traía un Boletín bibliográfico y sección dedicada a Documentos relativos a la Historia de América. Sus redactores fueron: Andrés Bello y Juan García del Río. Entre sus colaboradores se cuentan: Pablo de Mendibil; José Joaquín de Olmedo; José Fernández Madrid; Vicente Salvá; Mariano La Gasca Segura y José Vicente García Granados. En 1973 se publica una ed. facsímil en Caracas.
.- El repertorio americano, Londres, 1826-1827 / prólogo e índices por Pedro Grases.- Caracas: Presidencia de la República, 1973. 4 t. en 2 v.; il.; 20 cm. En la presente reimpresión facsimilar se publican en dos tomos. El primero con los tomos I y II; el segundo con los tomos III y IV. Los índices de ilustraciones y de autores se insertan completos en los dos volúmenes. Contenido: Vol. 1: Prólogo por Pedro Grases, p. V-XVI. Texto: Tomo I. p. 1-320; Tomo II. p. 1-320; Índices por Pedro Grases. p. 324-325. Contenido del volumen I. Volumen 2: Texto: tomo III, p. 1-314; tomo IV, p. 1-314. Índice. Contenido del Volumen 2. El Prólogo comprende: Bajo mejores auspicios. El Repertorio Americano. Colaboradores. Ser útiles a la América. Grases, Pedro (1909-2004)
[29] Bello, Andrés (1781-1865): Cosmografía y otros escritos de divulgación científica / Andrés Bello; prólogo y notas a la Cosmografía por F. J. Duarte.- Caracas: Ministerio de Educación, 1957. 572 p.:il.; facsíms.; 23 cm. (Obras completas de Andrés Bello; 20). Duarte, Francisco José (1883-1972); Grases, Pedro (1909-2004).
.- Bello, Andrés (1781-1865): Cosmografía y otros escritos de divulgación científica / Andrés Bello; prólogo y notas a la Cosmografía por F. J. Duarte.- Caracas: Editorial Arte. La Casa de Bello. 2a. ed. 1981. lii, 737 p.: facsíms.; 23 cm. (Obras completas de Andrés Bello; XXIV). Duarte, Francisco José (1883-1972); Grases, Pedro (1909-2004).
[30] La Biblioteca americana o Miscelánea de literatura, artes i ciencias / por una Sociedad de Americanos.- Londres: [s.n.], 1823: En la Imprenta de G. Marchant. Ingram Court, 2 v.;22 cm.
T.I, viii, 472 p., 1 h., de erratas. 4 láms. Dedicado al pueblo americano.
T.II, 2 h., 60 p. (Se interrumpió la publicación. Sólo se publicaron 60 p., una parte de la sección primera). 20, 5 cm. Dedicado al gobierno de Colombia. El contenido está distribuido en tres secciones: I.- Humanidades y artes liberales; II.- Ciencias, matemáticas y física, y III.- Ideología, moral e historia.
.- Biblioteca Americana o Miscelánea de Literatura, Artes y Ciencias/ por una Sociedad de Americanos. ofrecimiento del Dr. Rafael Caldera.- Caracas: Edición de la Presidencia de la República en homenaje al IV Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua, 1972. 2 t. en 1 v., 1 lám. col. pleg.;21 cm. Índices por Pedro Grases. Edición facsímil. Caldera, Rafael (1916-)
Para un estudio sobre el origen de la revista y la identificación de sus colaboradores puede verse: Guitarte, Guillermo L.: Juan García del Río y su Biblioteca Colombiana (Lima, 1821). Sobre los orígenes de La Biblioteca Americana (1823) y El Repertorio Americano (1826-1827), de Londres”.
En: Nueva Revista de Filología Hispánica. México. XXVIII.1 -2 (1965-1966): 87-149, e Identificación de autores de La Biblioteca Americana y El Repertorio Americano. En: Aquila. Boston. Vol. 1. 1969. p. 64-74.

[31] En: Obras Completas de Andrés Bello. Tomo XXV. Epistolario. Tomo 1. Caracas: Cromotip. La Casa de Bello. 1984. p. 224-225.

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